A veces es irreconciliable la dignidad con la necesidad. Necesidad que obviamente no es nuestra, sino que la hace el entorno, occidente, el dinero …
He visto en estos pocos meses casos de esclavitud de hermanos americanos que rozan la fantasía al puro estilo orwelliano. Llegan a tal punto que sus captores legales consideran una amenaza la relación con otras personas que hablan el mismo idioma (castellano en este caso), y que por lo tanto, si pudieran, harían a estos esclavos invisibles; anclados en la idea de que los tercermundistas deben tener un dueño.
Las anécdotas de verdad que son bárbaras, pero al final, la culpa es del gachupín y del que lo hace su compadre. No sé en qué momento perdieron la dignidad, no sé si de plano el nada que perder incluye la vida entera, pero ¿cuál es la necesidad real entonces? ¿Unas botas de 100€? ¿Un pantalón de 50€ en mil estilos de tejido? O simplemente ser feliz, allá donde pega el sol, donde está tu cultura, tu familia, tus amigos, memorias incuantificables y que ahora son de otro mundo, ajenas, desconocidas.
Algo que realmente me molesta es que todxs se lo tragan porque Dios lxs puso a prueba, creen que la divinidad está interviniendo en sus vidas, pero que al final serán santos o vírgenes y que todo se arreglará por esa mano que gira al mundo.
El hambre y la ignorancia en nuestros países es bárbara, pero habrá siempre que mantener una pequeña pizca de dignidad, esa que heredamos en la sangre de nuestros abuelos.